ReINgeniería de Vida para Crear Abundancia, Bienestar y Libertad desde Tu Esencia: septiembre 2007

jueves, 27 de septiembre de 2007

Volver


Hola gente linda,

Aquí me tienen volviendo al ruedo después de haberme tomado un tiempitoo para disfrutar de la organización y realización de mi casamiento, ¡si!

Decidí elegir tomarme este tiempo para disfrutar de cada paso, de cada tarea, de cada sentimiento, de cada emoción, para poder vivir la alegría de nuestro casamiento como realmente merecía vivirla... y no desde una obligación de llegar con los preparativos a la fecha prevista.

Estaba abrumada con muchas actividades (el trabajo, comedia musical, coaching) que no estaba pudiendo dedicarle el tiempo que yo necesitaba a planear los preparativos. Pero finalmente elegí priorizar ese período de entrega para poder pedir "un descanso" de mis otras actividades hasta volver de nuestra luna de miel. ¡Qué acertada decisión tomé! Afortunadamente todas las personas me apoyaron y entendieron y gracias a "priorizarme" y a pedir ayuda, pude cumplir uno de mis sueños más hermosos, casarme para formar una familia con el hombre que amo y disfrutar de casi un mes de emociones, aventuras y alegrías.

Ignacio y yo nos casamos el pasado 18 de agosto de 2007 y habiendo consumado ese hecho sentimos que hemos dado uno de los pasos más importantes de nuestras vidas, la elección de emprender juntos un proyecto de amor y de familia.

No quiero dejar de expresar el orgullo y la alegría que siento por haber tomado la decisión de caminar junto a Ignacio por la vida.

Estamos muy contentos y esperemos que pronto agrandemos la familia jeje (ay que emoción que siento al pensarlo).

¡ Los quiero !
Ani

¿Cómo nace un paradigma?

Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo agarraban a palos.

Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido.

Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentase llegar a las bananas.

Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con certeza la respuesta sería:

"No se, las cosas siempre se han hecho así, aquí..."


¿Te suena conocido?

¿Porqué estamos golpeando?

¿Porqué estamos haciendo las cosas de una manera, si a lo mejor las podemos hacer de otra?

"Es mas fácil desintegrar un átomo que un preconcepto"
Albert Einstein.


Fuente: Anónimo

El paquete de galletas

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió. La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez mas irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta. "No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas. Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.

- ¡Gracias! - Dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
- De nada. - Contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida ...

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en él anden y pensó: "¡Que insolente, qué mal educado, qué ser de nuestro mundo!"

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas... ¡INTACTO!

Fuente: Anónimo

Dice un viejo proverbio...

"Peleando... juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente, pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad... se consigue más de lo que se espera".

Principio del vacío

Tu tienes el hábito de juntar objetos inútiles en este momento, creyendo que un día (no sabes cuando) podrás precisar de ellos.

Tu tienes el hábito de juntar dinero sólo para no gastarlo, pues piensas que en el futuro podrá hacer falta.

Tu tienes hábito de guardar ropa, zapatos, muebles, utensilios domésticos y otras cosas del hogar que ya no usas hace bastante tiempo.

...Y dentro tuyo?

Tu tienes el hábito de guardar broncas, resentimientos, tristezas, miedos, etc. Eso es anti-prosperidad.

Es preciso crear un espacio, un vacío, para que las cosas nuevas lleguen a tu vida.

Es preciso eliminar lo que es inútil en ti y en tu vida, para que la prosperidad venga. Es la fuerza de ese vacío que absorberá y atraerá todo lo que tu deseas. Mientras tu estás material o emocionalmente cargando cosas viejas e inútiles, no habrá espacio abierto para nuevas oportunidades.

Los bienes precisan circular. Limpia los cajones, los armarios, el cuarto del fondo, el garaje.

Da lo que tu no usas más.
La actitud de guardar un montón de cosas inútiles amarra tu vida. No son los objetos guardados que estancan tu vida, sino el significado de la actitud de guardar.

Cuando se guarda, se considera la posibilidad de falta, de carencia.
Es creer que mañana podrá faltar, y tu no tendrás medios de proveer sus necesidades. Con esa postura, estás enviando dos mensajes para tu cerebro y para tu vida:

1º... tu no confías en el mañana.
2º... tu crees que lo nuevo y lo mejor NO son para ti, ya que te alegras con guardar cosas viejas e inútiles.

Desházte de lo que perdió el color y el brillo y deja entrar lo nuevo en tu casa... y dentro de ti mismo...

PRINCIPIO DEL VACÍO...

Fuente: Joseph Newton

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Regalos de la vida

Las personas son regalos que la vida me ha dado. Ya vienen envueltas, algunas en forma muy bella y otras de una manera menos atractiva.

Algunos han sido maltratados en el correo; otros llegan como "entrega especial"; algunos llegan envueltos, otros cerrados con gran rigidez.

Pero la envoltura no es el regalo y es importante darse cuenta de esto.

Es muy fácil equivocarse en este sentido, juzgando el contenido por el estuche.

A veces el regalo se abre con facilidad, otras se necesita la ayuda de otras personas.

Tal vez porque tiene miedo, quizás han sido heridas antes y no quieren ser lastimadas de nuevo.

Puede ser que alguna vez se abrieron y luego se olvidaron en un rincón.

Quizás ahora se sienten más bien como "cosas" que como seres humanos.

Yo soy una persona, como las demás, también soy un regalo.

Poseo una bondad que es sólo mía y sin embargo algunas veces tengo miedo de mirar dentro de mi envoltura.

Tal vez temo decepcionarme, quizás no confío en lo que llevo dentro.

Pudiera ser que en realidad nunca he aceptado el regalo que soy.

Cada encuentro y comunicación entre personas es un intercambio de regalos.

Mi regalo soy yo, tú eres tu regalo. Somos obsequios de la vida, unos para otros.

Es difícil pensar en ocasiones, que aquel que me ha lastimado es también un regalo, pero si vemos la ofensa como una envoltura maltratada y no nos quedamos con ella, seguramente encontraremos un hermoso regalo, pues de cada suceso se tiene una enseñanza para crecer en amor y en nuestra fe...

Nosotros mismos podemos tener una envoltura tan maltratada por el tiempo y las circunstancias, pero lo que llevamos dentro siempre será hermoso, pues quien lo puso ahí es nuestro deseo de vivir, sólo tendríamos que ver hacia adentro y estar listos para darnos.

Descubre en tu interior los dones con los que naciste y se el digno regalo para los que te necesitamos.

Fuente: Autor desconocido

Ser criticado

¿Miedo a la crítica? Anótelo: en la mayoría de las personas este miedo se ubica entre los de primer rango. ¿Por qué? Porque, instintivamente, como animales gregarios que somos, sentirnos criticados nos hace tener miedo de ser excluidos de la manada.
Y,en el reino animal esto significa quedar más expuesto a los depredadores, deambular sin territorio (sin agua ni comida), perder posibilidades de apareamiento ...
Cuando uno teme a la crítica, entonces, en principio reacciona desde lo más primal que rige nuestra conducta. Así, por largo tiempo, mientras adultece, el animal humano va tratando de adaptarse a los parámetros del sistema (aunque más no sea agrupándose con quienes se oponen al sistema!).
Fracciona su identidad, escondiendo partes de sí para no ser exonerado, rechazado, excluido... criticado.

Pero en algunas personas existe una fuerza peculiar que les lleva, -o bien desde siempre, o bien promediando la mitad de la vida-, a, de todos modos, tomar el riesgo de ser diferentes, aunque esto signifique quedar expuestos a la crítica.
Hablamos aquí de quienes han decidido convertir su propia vida en un peregrinaje.

Sí: los antiguos le llamaban "Camino", al proceso de consolidar la propia identidad, desde lo más esencial de sí (o sea, más allá de los condicionamientos del entorno). Y el problema es que si alguien se convierte en un verdadero individuo, será, por definición, diferente, porque en la periferia todos estamos formateados por el sistema imperante, pero en lo más profundo
NO: allí cada uno de nosotros es esencialmente único (una modesta nota peculiar en la Gran Partitura de la Creación).

Hay quienes al ver al que Camina se sienten propulsados a caminar también. Pero hay quienes apedrearán al "raro", también instintivamente, como si tuviera una peste que pudiera "contagiar a la manada".

De modo que es bueno saberlo: cualquiera que haya decidido apostar sus días a Caminar, necesita estar preparado para las críticas.
Algunas le servirán de espejo: es inteligente escucharlas.
Otras serán una buena prueba para medir cuán comprometido se está con el Camino como para no dejarse desviar por ellas.

Justamente, las críticas de quienes están inmersos en la locura del sistema serán un buen indicio de aquello que se adjudica erróneamente al Quijote: "Ladran, Sancho. Señal de que cabalgamos...". Tan viejo es este tema que así lo dijo hace miles de años Lao Tsé:


Cuando el sabio oye hablar del Camino,
trata de vivir en armonía con él.
Cuando el hombre normal oye hablar del Camino,
sólo lo comprende en parte.
Cuando el loco estudia el Camino
se ríe de él.
Sin embargo, si el loco no se riera
no sería el Camino.
Por tanto, si buscas el Camino
escucha la risa de los locos.


Lao Tsé

Fuente: Vitaminas para el alma

Un duelo... duele

Es natural: un duelo... duele. Pues con cada instancia que "duelamos" (alguien que muere, una separación, irse del terruño, perder un amigo...) duelamos, entre otras muertes, una muy puntual: la nuestra. Y esto es, inclusive, inclusive un hecho a nivel biológico: nuestro cerebro está tejido, como un macramé, por finos hilos a los que la vida da forma. Cuando algo concluye, una parte de nuestro cerebro se ve obligada a destejerse, como un abrigo que ya no usaremos. Sin embargo, las hebras de ese abrigo no tienen que ser descartadas: con esos mismos hilos necesitaremos tejer una nueva forma interna, un nuevo tramo de vida, una nueva identidad.

Sin embargo, cuando acontece una pérdida, la sensación puntual puede ser la de "nunca más": nunca más reiremos, nunca más respiraremos a pleno, nunca más estaremos con nadie, nunca más saldrá un canto desde nuestros labios... Y es natural que así nos parezca: un duelo... duele. Pero, por favor, no olvidemos que es necesario conservar al menos un pedacito de sí ajeno a esa auto-muerte: una parte que no crea en esos argumentos definitivos que el duelo impone... Permitirse, sí, estar turbado y confuso, incinerarse por dentro, y tirar fotos y papeles, y guardar lo guardable, y enojarse, y encerrarse, y salir, y volver a encerrarse... Porque es natural: un duelo... duele. Pero hacer lo imposible (y pedir ayuda si la necesitamos) para que esa parecita interna permanezca sobria, excenta de la negrura, recordándonos, desde en algún lugar recóndito, que la Vida reclama su continuación en nosotros, aunque no sepamos cómo hacerlo (la Vida misma nos lo irá diciendo). .

Antiguamente se le llamaba "duelo" a esa instancia en que dos "caballeros" se citaban, cada uno con un arma, caminaba en dirección opuesta, dándose la espalda, y a la voz de "ahora" se disparaban mutuamente (triste costumbre aquélla...). También en un duelo interno dos partes están en pugna: una que quiere morirse con lo que ha muerto, y otra que es esa partecita que implica nuestra conexión con la Vida. Es indispensable que la segunda se salve, haciendo oír su voz cada vez más nítidamente a medida que el proceso de duelo se elabore. Y la parte nuestra que muere con lo que se ha ido, resucitará bajo una nueva forma, en la nueva identidad que necesitaremos construir. Será indispensable darse el tiempo justo, hasta saber que es imperioso ya volver a la vida. Ésa será nuestra propia resurrección: el dolor del duelo, transformándonos. Millones de humanos la han vivido o la están viviendo ahora, al leer estas palabras (¿es ése su caso?). De modo tremendamente nítido describió su propio proceso Octavio Paz:


DESPUÉS

Luego de haber cortado todos
los brazos que se tendían hacia mí;
luego de haber tapiado
todas las ventanas y puertas;
luego de haber inundado
con agua envenenada los fosos;
luego de haber edificado mi casa en la roca
de un No inaccesible a los halagos y al miedo;
luego de haberme cortado la lengua
y luego de haberla devorado;
luego de haber arrojado puñados de silencio
y monosílabos de desprecio a mis amores;
luego de haber olvidado mi nombre
y el nombre de mi lugar natal
y el nombre de mi estirpe;
luego de haberme juzgado
y haberme sentenciado
a perpetua espera y a soledad perpetua,
oí, contra las piedras de mi calabozo de silogismos,
la embestida húmeda, tierna, insistente,
de la primavera.

Octavio Paz


Fuente: Virginia Gawel & Eduardo Sosa para Vitaminas para el alma

domingo, 16 de septiembre de 2007

El poder del pensamiento en positivo (extraído de LANACION.com)

¿El vaso medio lleno o medio vacío? La mente es demasiado poderosa como para minimizar el efecto de nuestras ideas e intenciones sobre la realidad. De cómo y por qué aquello que pensamos determina en gran parte lo que nos sucede,

Atrévase: el artículo que usted comienza a leer sólo trae buenas noticias. En línea paralela con los escépticos, los trágicos, los eternos derrotados y aun los nihilistas –aunque sin malgastar energías en el enfrentamiento–, hay mucha gente en el mundo convencida de que todos podemos pensar en positivo y que esto nos conducirá, inevitablemente, a una mejor calidad de vida.

"El optimismo es aprendido –asegura Andrés López Pell, psicólogo, director de la Fundación para la Salud y la Educación (Funsaled) y autor de investigaciones sobre el tema–. Por lo tanto, se mejora a través de distintos recursos, entre ellos, la psicoterapia. Se puede traer un bagaje genético que marque una tendencia o la influencia de aspectos de crianza, pero todo es modificable. El optimismo no es ingenuidad ni fantasía: es un conjunto de expectativas respecto del futuro que nos permite interpretar verazmente la realidad. Si la canoa se está hundiendo, se está hundiendo. El punto es no llorar, sino intentar nadar (o aplicar otro recurso, que siempre existen) para ponerse a salvo."

Hugo Hirsch, director del Centro Privado de Psicoterapias (CPP), dice que ver el vaso medio lleno o medio vacío no es otra cosa que un hábito, y que un hábito es algo que podemos cambiar. "Se puede aprender a ver lo positivo de cada situación –dice Hirsch, un psicoterapeuta de larga trayectoria–. Hay personas que lo logran más fácilmente que otras; existen aquellos que lo hacen naturalmente, pero todos podemos entrenarlo por medio de distintos métodos, por ejemplo, la autoconciencia y el autoconocimiento, aprendiendo a identificar pensamientos negativos y cuestionándolos. Si tenemos en claro la propensión hacia el pensamiento negativo, somos conscientes de la dificultad para ver lo positivo. Es un buen inicio."

La búsqueda del bienestar (o de la felicidad) es una meta que parece haber nacido con el ser humano. Tema filosófico por excelencia –desde los griegos, primer escalón reflexivo de la cultura occidental, distintas escuelas y corrientes sumaron aportes sobre el tema–, su status científico fue sin embargo bastante relegado: hasta podría decirse que ciertas disciplinas arrojaron la propensión humana al bienestar o la felicidad a la estantería de los temas menores.

Beatriz Vera Poseck, licenciada en psicología por la Universidad Complutense de Madrid, escribe que durante muchos años la psicología se centró exclusivamente en el estudio de la patología y las debilidades del ser humano, y que esta perspectiva la convirtió en algo así como una "ciencia de la victimología", como si el estudio de la "parte positiva" de la existencia humana no tuviera (casi) sentido.

Sin embargo, cuando, en 1998, asumió como presidente de la Asociación Americana de Psicología, el psicólogo estadounidense Martin E. P. Seligman, nacido el 12 de agosto de 1942 en Albany, dio un contundente giro al estado de las cosas. Nacía así la psicología positiva.

Un golpe de timón

"Después de 25 años de estudiar la depresión, Seligman dijo basta –explica Hugo Hirsch–. Entonces comenzó a preguntarse por qué había muchos que, en lugar de deprimirse, eran o intentaban ser felices. Advirtió que desde fines de la Segunda Guerra Mundial, o quizás antes, todas las disciplinas vinculadas con la salud mental se habían ocupado únicamente de lo que andaba mal, de recuperar lo roto, por decirlo de alguna manera, pero poco y nada se había investigado para trabajar con lo bueno."

Hirsch plantea que la psicología positiva se orienta al hallazgo empírico de aquellos elementos que contribuyen al bienestar, la felicidad, la realización personal. "Por ejemplo –enumera–, las características familiares que tienen aquellos hogares con niños más sanos, o cómo incide el sentimiento de esperanza en el proceso de curación de las enfermedades. No es una escuela, no hay un único modelo, lo que sí existe es una búsqueda de investigaciones científicas que demuestren cómo es posible que alguien desarrolle una virtud. Se parte de un supuesto: que podemos ser felices, y se busca identificar factores que conduzcan a eso y producir material científico con evidencia empírica que permita que cualquiera los utilice. Por ejemplo, está demostrado científicamente que la actividad física regular mejora el estado de ánimo. Es bien práctico; la información les sirve tanto al profesional de la salud como al lego. Es una reacción al énfasis de más de 50 años de búsqueda de solución de la patología: más que identificar debilidades se busca señalar fortalezas y trabajar sobre ellas. Y es más probable que se consigan resultados trabajando sobre fortalezas que sobre debilidades."

Todo ser humano (sí, cada una de las personas que habitan este planeta) tiene un conjunto de fortalezas personales según Seligman: curiosidad, amor por el conocimiento, pensamiento crítico, ingenio, perspectiva, valentía, perseverancia, honestidad, vitalidad, amor (capacidad de amar y ser amado), generosidad, distintos tipos de inteligencia, sentido de la justicia, capacidad de liderazgo, don de perdonar, modestia, prudencia, autocontrol, aptitud para apreciar la belleza, disposición para agradecer, optimismo, sentido del humor, espiritualidad.

Y en tanto los tratamientos psicológicos habitualmente se focalizan directamente sobre los problemas que aquejan a la persona, Seligman postula que la psicoterapia positiva es una "estrategia de amortiguación", en la que el diálogo con el terapeuta se centra en incrementar las emociones positivas, las fortalezas, en lugar de las carencias. Accediendo a la página web del instituto que dirige, es posible conocer este conjunto de cualidades, además de (previa registración, totalmente gratuita) tomarse autotest y trabajar sobre ellas ( http://www.authentichappiness.sas.upenn.edu/questionnaires.aspx" ).

"Pero la psicología positiva se vincula también con el concepto de resiliencia –agrega Hugo Hirsch–, que ha sido tomado de la física, y es la capacidad de los materiales de regresar a su estado inicial aunque hayan sido completamente alterados. Pero si lo utilizamos en psicología o en cualquier otra ciencia humana, resiliencia quiere decir más que eso, y es, por ejemplo, la capacidad que muestran las personas, por caso muchos niños, para atravesar circunstancias por demás difíciles o trágicas y salir fortalecidos de eso. Todos estos años aprendimos mucho sobre factores de riesgo. Sin embargo, olvidamos que un factor de riesgo no es necesariamente una condena."

Pensar, un arma poderosa

¿De qué se nutre un pensamiento? Según Andrés López Pell, "lo que se cree de las cosas es muchas veces una idea infundada que se adquirió a lo largo de la vida sin saber bien ni cuándo ni cómo, y que probablemente nunca haya sido sometida a un análisis racional. Seligman afirma que a menudo muchas de las creencias son prejuicios y, por lo tanto, sumamente inútiles. La indicación es tomar distancia de las explicaciones pesimistas, al menos hasta verificar su certeza".

El método propuesto por el creador de la psicología positiva consiste en un diálogo interno con uno mismo que permite discutir (sin intermediarios) acerca de la evidencia, las alternativas, las implicaciones y la utilidad de la creencia pesimista que la persona presenta y que habitualmente es un obstáculo para su propio bienestar. "Uno tiene que actuar como un detective, buscando evidencias de esa creencia", ironiza López Pell. "Aunque se obtengan pruebas que apoyen esa creencia –agrega el psicólogo–, generalmente la realidad estará a favor de rebatirla porque las ideas pesimistas tienen un punto débil: suelen exagerar algún aspecto de la realidad y los hechos pueden poner de manifiesto esas distorsiones, generalmente asociadas a explicaciones catastróficas. Los acontecimientos son siempre multideterminados, y las personas pesimistas suelen aferrarse a las explicaciones más negativas; por eso, la tarea consiste en desechar esa costumbre destructiva y habituarse a generar pensamientos más realistas y lógicos."

Hirsch explica que lo típico del pensamiento pesimista, según Seligman, es considerar: "Lo que me pasa de malo es lo único que me pasa, abarca toda mi vida, va a durar para siempre y yo soy responsable o culpable de eso".

¿Y cómo garantizar que la influencia de los aspectos inconscientes no atenten contra la intención de modificar nuestros patrones negativos de pensamiento? "Durante mucho tiempo –explica Hugo Hirsch– se puso tanto énfasis en lo inconsciente que les hemos restado demasiada importancia a los aspectos conscientes, que son los voluntarios. Pensar en términos positivos nos dispone a que algo salga razonablemente bien. Podemos ampliar nuestro margen de conciencia perfectamente. La felicidad depende más de desarrollar ese margen y, con esa conciencia, hacer algo. Porque de poco o nada sirve entender y entenderse sin autogestión: el autoconocimiento sin autogestión no sirve para nada. Tengo que conocer mis recursos, pero también saber cómo administrarlos."

Más sanos, más longevos

Diversos estudios científicos demuestran que de la mano del pensamiento positivo se suma mejor salud física y emocional. Andrés López Pell explica que una investigación realizada entre pacientes de la institución que dirige junto a Alexis Kasansew reveló que aquellos que habían incrementado su nivel de optimismo sufrían menos somatizaciones: malestar estomacal, taquicardia, náuseas, sensación de ahogo: "Toda la sintomatología que corresponde al estilo somático –dice López Pell–. Estas personas suelen ser más pesimistas, tienen peores expectativas sobre el futuro; responden al tipo de gente que cuando se divorcia, por ejemplo, cree que estará solo para siempre y, de ese modo, genera un círculo vicioso, una autoprofecía que posiblemente se cumplirá".

Pensar en positivo también nos hace más longevos. Un estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, encabezado por la doctora Becca Levy y realizado durante varias décadas sobre más de 600 personas mayores de 50 años, demostró que aquellos con una disposición más positiva hacia el envejecimiento vivían más tiempo (hasta un promedio de 7,5 años) y libres de enfermedades típicamente asociadas a la vejez.

En este sentido, la doctora Martina Casullo, directora del Departamento de Psicología de la Universidad de Palermo, profesora emérita de la UBA e investigadora principal del Conicet, dice que a menudo hacemos una asociación inmediata entre la vejez y el deterioro, "cuando también puede ser sinónimo de sabiduría; ¿por qué no mirarla también de esta manera?".

Casullo coordinó durante los dos últimos años el 1º y el 2º Encuentro Iberoamericano de Psicología Positiva en nuestra ciudad, organizado por la Universidad de Palermo, y que contó con la asistencia de más de un centenar de especialistas de todo el continente. "Seligman envió a un delegado, James Pawelski, que es hispanohablante, para que asistiera a la reunión de este año–comenta la psicóloga, sin disimular su entusiasmo– y el año pasado él mismo prologó la edición especial de la revista Psicodebate, que edita la Universidad, dedicada completamente a artículos sobre psicología positiva." (Psicodebate 7, revista de Psicología, Cultura y Sociedad de la Universidad de Palermo, Buenos Aires, 2006).

La especialidad del planteo no radica en lo "novedoso" de las ideas: el propio Martin Seligman dice que la psicología positiva no descubre nada nuevo en realidad, nada muy diferente de lo que el sentido común nos puede enseñar.

Temas olvidados

Martina Casullo plantea que en este inicio del siglo hay dos ejes que dominan el ambiente de la reflexión sobre la condición humana. "Uno es el respeto al aporte de las neurociencias –dice la psicóloga– y otro, el enfoque sociocultural. Hoy está demostrado que el medio ambiente no es sólo estresor y negativo, sino que también puede influir positivamente en el individuo. La psicología positiva de hace eco de este espíritu de época y recupera temas que han sido olvidados a pesar de que tienen una importancia central en el bienestar de las personas: entre éstos, los valores, que constituyen en buena parte el capital psíquico del sujeto y que lo ayudan a buscar el bienestar a partir de sus posibilidades, de sus propios recursos. Si se trabaja desde allí, es posible que las expectativas sean más reales para cada uno de nosotros y enfrentemos menos frustraciones."

Casullo dice que un tema al que la psicología positiva da especial énfasis es la capacidad de perdonar. "Y no hablamos del perdón como sinónimo de reconciliación, o de anular la demanda ante una ofensa o un delito. Es, en realidad, un trabajo de autoperdón para lograr que la propia persona no se sienta culpable. El desarrollo de la capacidad de perdonar debería integrar programas de promoción y prevención de la salud, porque son muchas las personas que podrían beneficiarse si tuvieran la posiblidad de hablar y reflexionar sobre el tema."

La psicología positiva también enfoca su mirada hacia la influencia que tienen aspectos tales como la religiosidad, la vida cultural, la gratitud, el sentido del humor y la autoestima, o las estrategias puestas en marcha frente a los duelos, en la calidad de vida de los colectivos sociales, y ocupa buena parte de las investigaciones el estudio de cómo poblaciones de alto riesgo logran enfrentar (y superar) las negativas condiciones de vida que les tocan, es decir, la resiliencia.

Martina Casullo comenta que el enfoque de la psicología positiva tiene especial aceptación entre sectores medios y bajos, "por la necesidad concreta de sobrevivir en ambientes más adversos –reflexiona–. Por ahora, para sectores más ligados a lo intelectual no se trata de un pensamiento de primera línea… Se lo ve facilista o simplista, se lo asocia a la new age sin tener en cuenta que se gestó y se está desarrollando en ámbitos académicos y científicos, y tampoco se tiene en cuenta lo más importante: que contempla temas esenciales de la vida, que recupera lo mejor de la psicología humanística y existencial y de la psicología social".

El secreto radica, todo parece, en desarrollar recursos que apunten a la prevención y que permitan que cada persona enfrente mejor y más dotada con sus recursos, reconociéndolos, su propio proyecto de vida.

"El balance de lo que se hizo durante el siglo XX es negativo –dice Martina Casullo, ensayando una sonrisa que oscila entre el realismo más cruel y la tímida esperanza–. No hacen falta ni más resentimientos y ni más broncas. Tenemos que tener un propósito, y este enfoque puede ayudarnos a ir tras él."

Por Gabriela Navarra

Para saber más www.thehappinessinstitute.com
www.cpp.com.ar
http://www.authentichappiness.sas.upenn.edu
http://resilnet.uiuc.edu/espanol
www.funsaled.org.ar
www.psicologia-positiva.com
buenosaires@ar.bkwsu.org (Universidad Espiritual Mundial Brama Kumaris, sede local)

La paradoja de Seligman

Parece mentira, pero el hombre que firmó el acta fundacional de la psicología positiva pasó más de la mitad de su vida estudiando la depresión: Martin E. Seligman, director del Centro de Psicología Positiva de la Universidad de Pensilvania, EE.UU, desafió a sus colegas y, tras haber sido nombrado presidente de la Asociación Americana de Psiquiatría, en 1998, destinó todos sus esfuerzos al desarrollo de una tendencia que algunos ya consideran escuela y que, aseguran, gana adeptos día a día.

“Seligman pasó muchos años de su vida estudiando cómo las personas que sufren depresión llegaban a un estado que llaman de desamparo aprendido y que consiste básicamente en considerar que no tienen ninguna alternativa viable para cambiar esa situación –explica Andrés López Pell–. En determinado momento, invirtió sus preguntas y comenzó a buscar respuestas acerca de cómo existían sujetos que, aun sometidos a los peores estresores y situaciones difíciles, siempre eran capaces de salir adelante.

Seligman fue uno de los primeros investigadores en demostrar, por ejemplo, que, alcanzado cierto nivel mínimo que garantice la cobertura de las necesidades básicas, tener mayor dinero no es un pasaporte hacia la felicidad. Y de esto, fundamenta, dan fe los estudios sobre la depresión en sociedades económicamente desarrolladas y opulentas.

Seligman plantea que existen tres tipos de felicidad, aplicados a tres niveles de vida diferentes: “La vida placentera, la vida buena y la vida con sentido –dice–. Para alcanzar el primer tipo de felicidad debemos intentar disfrutar de los mayores placeres posibles y echar mano de métodos que nos permitan saborearlos y disfrutarlos mejor: compartirlos con los demás, aprender a describirlos y recordarlos, y usar técnicas como la meditación para ser más conscientes de esos placeres. El segundo nivel, mucho menos superficial y pasajero, es lo que Aristóteles llamó eudaimonia y que ahora denominamos flow, o estado de flujo, y que consiste en encontrar las propias virtudes y los talentos, y ponerlos a nuestro servicio, viviendo experiencias que nos dejen absortos, fuera del tiempo. Finalmente, la vida con sentido supone encontrar alguna causa, motivo o tarea más grande que uno mismo, estar el servicio de los demás de alguna forma, y es la que permite una felicidad más profunda y duradera.”

Para pensar en positivo

Tener en cuenta estas claves pueden ayudar a reformular nuestra forma de sentir, pensar y actuar.

1.- Evitar las ideas del tipo “todo o nada”. La realidad no es “blanco y negro” o “buena o mala”. Si pensamos en esos términos, somos rígidos y no damos lugar a matices o puntos de vista.

2.- No generalizar demasiado. Alguien mintió o no acudió a la cita, pero eso no significa que ocurra en todos los casos. Conclusiones que comiencen con “siempre” o “nunca” suelen conducir a exageraciones.

3.- No focalizar en el peor detalle. Las situaciones tienen distintos puntos de vista. Si elegimos centrarnos en lo peor, todo se verá mal. Por ejemplo, dar más importancia a críticas que a elogios.

4.- No minimizar lo bueno. Siempre hay algo positivo para destacar. Si lo pasamos por alto o lo desvalorizamos, perdemos la oportunidad de apreciar sus ventajas.

5.- Por menos o por más. Nos equivocamos tanto cuando exageramos la importancia de un problema como cuando minimizamos nuestras capacidades para afrontarlo.

6.- Evitar las predicciones. Ante indicios confusos o que nos despiertan ansiedad, anticipamos la peor conclusión. Pensar que algo saldrá mal incide en su resultado.

7.- Decir “no” a las suposiciones. En nuestra comunicación cotidiana es frecuente que creamos que otro (amigo, pareja, compañero) piensa o siente de un modo. ¿Cómo sabemos que es así? Preguntar es mejor que suponer.

8.- Huir de la victimización. Frases o sentimientos como “¿por qué me toca siempre a mí?” o “siempre tengo mala suerte” o “¿por qué a los otros sí y a mí no?” nos alejan de la responsabilidad sobre nuestros actos.

9.- No poner ni ponernos etiquetas. Al equivocarnos, no toda nuestra persona merece ser descalificada; y algo similar ocurre cuando otros cometen errores. No es lo mismo decir “esto lo hice” que “soy un tonto”. Pero atención: tampoco responsabilizar a los demás por errores propios.

10.- Poner límites a la propia responsabilidad. Si nos creemos responsables de cada problema (una separación, un hijo que desaprueba, etc.) sólo sentiremos culpa. Esta idea, sin embargo, oculta otra, más negativa aún: creer que todo está bajo nuestro control.

Lucha siempre

Por Francesco Alberoni

Me ha ocurrido muchas veces que he dejado a un amigo o conocido en condiciones desastrosas, ya de salud, económicas o de trabajo. Y me he preguntado con miedo cómo habría hecho para resistir, en qué habría acabado su situación. Y muchas veces, reencontrándolo después de años, he descubierto que estaba bien, alegre, lleno de vida, con una nueva actividad, a veces con una nueva esposa o un nuevo marido. Y he entendido que, en realidad, no podemos decir que la vida de una persona está acabada, porque todos poseemos enormes capacidades que no utilizamos y la vida siempre nos ofrece una nueva oportunidad, antes impensable. Pero se ponen en juego cosas muy profundas. Cuando estás duramente derrotado, o cuando enfrentas una enfermedad mortal, te alejas de la realidad, te repliegas en ti mismo; es un poco como su estuvieras muerto. Y cuando te recuperas, cuando te curas, es como si te fuese dada una segunda vida, y te invade un deseo febril de hacer, de tener nuevas experiencias. Un amigo mío, que se recuperó de un tumor considerado incurable, se compró un bellísimo barco con el que sale a navegar por el Mediterráneo. Otro ha escrito un libro que ha tenido un éxito inesperado. Una amiga se ha hecho famosa haciendo publicidad, otra ha adoptado un niño, una tercera simplemente se ha dedicado a gozar de las cosas bellas: un baño en el mar, su jardín, un viaje, una fiesta, y cuando hablas con ella te serena. Por eso nunca hay que decir : “No hay nada que hacer”; “qué se le va a hacer, no puedo tener hijos”; “qué se le va a hacer, no me gradué”; “qué se le va a hacer, me llegó la menopausia”; “qué se le va a hacer, estoy jubilado”. No tiene sentido: es como decir “qué se le va a hacer, se terminó la liquidación”. Si la liquidación se terminó, hay otras infinitas posibilidades de compras. Y no hay que perder tiempo en lamentarse de no tener más esto o aquello, ni de rumiar nuestros errores o las maldades que han cometido los demás. Errores cometemos todos y todos padecemos las maldades ajenas. No se trata de ser optimista solamente: tenemos que hacer las cosas que nos gustan, que nos estimulan, e ignorar las demás. No hables con los que te resultan antipáticos, con los que te irritan, y no veas películas que no te interesan; evita los programas de televisión que te fastidian. Y si encuentras algo que realmente tiene valor, lucha por realizarlo. Debes estar tan vivo a los noventa años como a los veinte. Y lucha sin miedo, con placer, con el gusto de hacer algo como si fuera una competencia de esquí, o de tenis o una maratón.

Corriere della Sera /LA NACION

El autor, italiano, es escritor

Traducción: Mirta Rosenberg

El arte de fluir

En el libro Pensamiento positivo (RBA Libros), Miriam Subirana y Ramón Ribalta explican que la modificación de viejos hábitos o creencias es la clave para transformar nuestros patrones de pensamiento. Las motivaciones, las visualizaciones, las afirmaciones positivas y la meditación, definida como “el poder del pensamiento concentrado”, son buenas herramientas. La meditación, desafían sus adeptos, no tiene nada de complicado. Se puede comenzar repitiendo palabras sencillas (“amor”, “paz”, “luz”), en voz alta o en silencio, durante lapsos de 10 a 20 minutos, en lugar y situación tranquilos, cómodamente ubicados, respirando en forma pausada y consciente. El fenómeno está lo suficientemente estudiado y los resultados son contundentes: por derecho y por revés, meditar hace bien.

Subirana y Ribalta dan ejemplos de pensamientos innecesarios (generalmente referidos al pasado; por ejemplo: “Si hubiera estado ahí no habría sucedido esa desgracia”), negativos (del tipo “todo va a salir mal”), y en tanto dicen que esta clase de pensamientos –más allá de la razón que uno tenga acerca de lo que expresan– nos vuelven perdedores porque estimulan un estado de “polución mental”, un pensamiento positivo, por sencillo que sea, siempre genera un beneficio… y no daña a nadie.

Simon Reynolds, en Mejor que el chocolate (Ed. V&R), enumera 50 técnicas para ser más felices: registrar qué cosas nos hacen bien, practicar actividad física, ser disciplinados, agradecer, reír, dormir mejor, tener metas altas, cultivar la amistad, no hacer del dinero la prioridad de la vida, expresar el cariño, mantenernos ocupados, tener un propósito vital. Reynolds explica el concepto de “fluir” (flow), introducido por el psicólogo de origen húngaro (y apellido impronunciable) Mihaly Csikszentmihalyi, uno de los aportes más importantes para explicar las claves del disfrute. El fluir consiste en realizar una actividad con cierto nivel de complejidad, ver claramente que avanzamos en ella, usar en eso toda nuestra concentración, y sentir que tenemos el control.

Los expertos aseguran que cuanto más “fluimos” más felices somos. ¿Y cómo?

El propio Martin Seligman da ejemplos de fluir. Dice que él es jugador de bridge, un entretenimiento muy común entre los estadounidenses mayores. “El promedio de edad de quienes participan en los torneos es de 70 años, una época de la vida en que es frecuente sentir dolores y molestias físicas –reflexiona–. Sin embargo, ninguno de ellos se queja de nada mientras juega. Están completamente absortos en lo que hacen, se olvidan de todo.”

El propio bienestar

En 1984, el psicólogo Edward Diener, de la Universidad de Illinois, EE.UU, elaboró una escala de medición del propio bienestar.

Sólo lleva unos minutos y puede orientarnos acerca de cuán conformes (o no) estamos con nuestra propia vida. A continuación, cinco afirmaciones con las que puede estar de acuerdo o no.

Utilizando esta escala de 1 a 7 indique su grado de acuerdo con cada frase colocando a continuación de ella el número apropiado.

1. En total desacuerdo
2. En desacuerdo
3. Ligeramente en desacuerdo
4. Ni de acuerdo ni en desacuerdo
5. Ligeramente de acuerdo
6. De acuerdo
7. Totalmente de acuerdo

a) En la mayor parte de los aspectos, mi vida está próxima de mi ideal
b) Las condiciones de mi vida son excelentes
c) Estoy satisfecho/a con mi vida
d) En gran parte, he logrado las cosas importantes que quería en la vida
e) Si pudiera vivir mi vida otra vez, no cambiaría casi nada de ella

Puntuaciones:

31 a 35: extremadamente satisfecho con su vida
26 a 30: muy satisfecho
21 a 25: ligeramente satisfecho
20: punto neutral
15 a 19: ligeramente insatisfecho
10 a 14: insatisfecho
0 a 9: extremadamente insatisfecho
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