La generosidad es la segunda de las Siete Virtudes Capitales.
Ella es el lado opuesto de la avaricia, porque ésta, en su afán inmoderado, busca siempre su propia complacencia, donde no hay más cabida sino para la persona misma.
Mientras que la generosidad, levanta su altar sobre las piedras de la filantropía y hace todos sus sacrificios teniendo en cuenta, el bienestar de la dicha ajena. Se dice que la palabra “generosidad”, la inventaron los romanos. Viene del término “Generosus” que se relaciona en primer lugar con algo "de buena raza" (genus / generis), y en segundo lugar, "prolífico", "fecundo".
Una combinación de ambas partes, nos hace ver cómo esta palabra se constituye en una virtud esencial para una raza, porque apunta hacia su calidad y abundancia de reproducción.
Y es que una persona generosa, va a actuar siempre de forma desinteresada a favor de otra. Un rostro lleno de alegría y una voluntad presta, sin importar el costo del esfuerzo, son las características visibles de aquel que siempre practica esta virtud.
La generosidad tiene la firme misión de hacerle la vida agradable a los demás. Un alma generosa tiene la tendencia a sacrificar sus propias gratificaciones para arrancar nuevas esperanzas en los que menos tienen.
Leon Tolstoi lo dijo así:
“No hay más que un modo de ser felices:
vivir para los demás”.
El mundo pareciera dividirse en dos tipos de personas: los que siempre esperan recibir y los pocos que están dispuestos a dar.
El primer grupo tiene la tendencia a prevalecer porque la naturaleza humana, insatisfecha de tantas necesidades, busca siempre colmar su hambre y sed de significado. Pero también es cierto que son muchos los que viven con la mano abierta esperando algo, porque sus almas egoístas y avaras no conciben la idea de practicar la magnanimidad. Sin embargo, no son los que reciben los "bienaventurados", sino los que dan.
La vida debiera ser toda una vertiente de generosidad. Para los que piensan que ya no tienen que ocupar ningún espacio en este mundo, la generosidad de un buen consejo, respaldado con una dosis de mucho ánimo, podrá cambiar el rumbo a esas vidas desorientadas.
Hay gente que vive sola y con mucha pena en su alma. Seamos generosos en darle nuestro amor y llenar de significado la soledad que les agobia. Son muchos los que se enfrentan a una penosa enfermedad; los que están recluidos en las paredes frías de alguna cárcel; los que enfrentan las secuelas de un divorcio; los que enfrentan la rebeldía de sus hijos; los que viven bajo el dominio de un vicio insuperable... Seamos generosos en darles una palabra de aliento, un abrazo de esperanza y una visible demostración de afecto a través de hechos, mientras transitan el camino de su aflicción.
Un alma generosa vivirá acompañada de otras virtudes que vienen acrecentar su propia felicidad.
Fuente: Vitaminas para el alma
Ella es el lado opuesto de la avaricia, porque ésta, en su afán inmoderado, busca siempre su propia complacencia, donde no hay más cabida sino para la persona misma.
Mientras que la generosidad, levanta su altar sobre las piedras de la filantropía y hace todos sus sacrificios teniendo en cuenta, el bienestar de la dicha ajena. Se dice que la palabra “generosidad”, la inventaron los romanos. Viene del término “Generosus” que se relaciona en primer lugar con algo "de buena raza" (genus / generis), y en segundo lugar, "prolífico", "fecundo".
Una combinación de ambas partes, nos hace ver cómo esta palabra se constituye en una virtud esencial para una raza, porque apunta hacia su calidad y abundancia de reproducción.
Y es que una persona generosa, va a actuar siempre de forma desinteresada a favor de otra. Un rostro lleno de alegría y una voluntad presta, sin importar el costo del esfuerzo, son las características visibles de aquel que siempre practica esta virtud.
La generosidad tiene la firme misión de hacerle la vida agradable a los demás. Un alma generosa tiene la tendencia a sacrificar sus propias gratificaciones para arrancar nuevas esperanzas en los que menos tienen.
Leon Tolstoi lo dijo así:
“No hay más que un modo de ser felices:
vivir para los demás”.
El mundo pareciera dividirse en dos tipos de personas: los que siempre esperan recibir y los pocos que están dispuestos a dar.
El primer grupo tiene la tendencia a prevalecer porque la naturaleza humana, insatisfecha de tantas necesidades, busca siempre colmar su hambre y sed de significado. Pero también es cierto que son muchos los que viven con la mano abierta esperando algo, porque sus almas egoístas y avaras no conciben la idea de practicar la magnanimidad. Sin embargo, no son los que reciben los "bienaventurados", sino los que dan.
La vida debiera ser toda una vertiente de generosidad. Para los que piensan que ya no tienen que ocupar ningún espacio en este mundo, la generosidad de un buen consejo, respaldado con una dosis de mucho ánimo, podrá cambiar el rumbo a esas vidas desorientadas.
Hay gente que vive sola y con mucha pena en su alma. Seamos generosos en darle nuestro amor y llenar de significado la soledad que les agobia. Son muchos los que se enfrentan a una penosa enfermedad; los que están recluidos en las paredes frías de alguna cárcel; los que enfrentan las secuelas de un divorcio; los que enfrentan la rebeldía de sus hijos; los que viven bajo el dominio de un vicio insuperable... Seamos generosos en darles una palabra de aliento, un abrazo de esperanza y una visible demostración de afecto a través de hechos, mientras transitan el camino de su aflicción.
Un alma generosa vivirá acompañada de otras virtudes que vienen acrecentar su propia felicidad.
Fuente: Vitaminas para el alma
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